Por CB de De Boedo Vengo (www.deboedovengo.com)
Parte 1
Desde hace dos temporadas venimos publicando un resumen de los fallos (en su doble acepción) arbitrales registrados en favor de nuestros Hijos y en perjuicio del Ciclón durante los últimos tiempos. A sabiendas del desastroso papel que vienen haciendo los roñosos en este torneo, y la necesidad del establishment por verlos despegar, es importante recordar la lista actualizada de las veces que nos metieron la mano en el bolsillo. Eso sí, ármese de paciencia, porque la enumeración es tan extensa como repugnante.
No hace falta retrotraerse a los controvertidos arbitrajes de Bartolomé Macías, allá en los albores del profesionalismo, ni recordar los goles inexplicablemente anulados por Lamolina (2-2 en el ´89) o Loustau padre (1-1 en el ´91). Está claro que a ellos los ayudaron siempre, en todas las épocas (y contra nosotros, más).
Y que por eso es tan reconfortante ganarles y adquiere tintes épicos tenerlos abajo en el historial (lo cual implica pisarle la cabeza al poderoso y a todos los que lo apalancan: la AFA, el Arbitraje, los Medios, el Sistema). Pero resulta alarmante el nivel de impunidad con el que los Bosteros vienen actuando desde hace un tiempo ante la total pasividad -que a esta altura ya es complicidad- de nuestros directivos. El Sargento Giménez, Héctor Baldassi, Mario Korn y el Triangular Pompilio, entre otras referencias, son heridas aún abiertas, demasiado recientes, que nos costaron títulos locales e internacionales.
El 20 de noviembre de 2003, San Lorenzo -dirigido por Gorosito- jugó en la Bombonera, frente al Boca de Bianchi, un partido que nunca debió haberse disputado. Al menos, no en esa fecha. Ambos clubes peleaban cabeza a cabeza´ el Apertura, aunque nuestros Hijos también tenían la mente puesta en Japón. Por eso, solicitaron adelantar el encuentro para el 20/11. La dirigencia azulgrana (encabezada por la dupla Guil-Savino) aceptó, sin considerar que por entonces medio equipo titular -casi literalmente- estaría representando a la Selección Sub 20 en el exterior (Gonzalo Rodríguez, Jonathan Bottinelli, Walter García, Pablo Zabaleta y Walter Montillo). Para cuando pidió atrasar unos días el cotejo, ya era demasiado tarde: se topó con una rotunda negativa. Paralelamente, Boca recurrió a un recurso de amparo para impedir que Tevez -que estaba lesionado- viajara con la selección juvenil y fuera habilitado para jugar el resto del torneo local y la Intercontinental. Su pedido fue una orden. Y se cumplió a rajatabla.
Pero eso no fue todo, porque a semejante película de terror le hacía falta un actor protagónico de la talla de Daniel Giménez, nefasto personaje que supo ensuciar como pocos al -ya de por sí nada transparente- referato nacional. Entre otros dislates, el sargento´ amonestó erróneamente por simular a Luna y a Barrientos, a los que impunemente molieron a patadas toda la tarde, y expulsó a Diego Capria (por intento de agresión a Iarley cuando éste, que no fue siquiera apercibido, no lo dejaba jugar un tiro libre) y a Morel Rodríguez, por doble amarilla. Después del partido, Giménez regaló simpáticamente sus tarjetas entre los simpatizantes de Boca (al menos así lo inmortalizaron los periódicos).
Gorosito, por su parte, fue contundente: "Yo recién comienzo y puedo ser buen o mal técnico, más o menos ofensivo, pero hay poderes contra los que no se puede pelear. Perdimos por eso, está claro. A mí no me sirve un carajo que me den dos laterales en la mitad de cancha. Me dan asco estas cosas". Carlos Datria, por entonces secretario del club, añadió nafta al fuego: "Tras el despojo de Giménez, se ve que los premios son para los ventajeros. Dimos cinco juveniles al Sub 20 y nos pagan con un arbitraje que nos dejó afuera del campeonato. Propondré que Giménez no nos dirija nunca más". Mucho más naif fue la visión de Savino: "el arbitraje nos perjudicó mucho, me queda una sensación amarga. No me arrepiento de la cesión de los chicos porque hay que cumplir los reglamentos, si no sería un viva la pepa´. Me siento impotente, pero ya saldrá un tiro para el lado de la justicia. A la larga, gana la verdad". Sin palabras.
Algunos meses después, el 22 agosto de 2004, la Bombonera fue sede de un nuevo robo xeneize ante su Padre. A primera vista, lo abultado del resultado (3-0 a favor de Boca) podría tornar insensato cualquier análisis sobre la actuación del juez esa tarde; es decir, Héctor Baldassi. Pero veamos qué decía Clarín al respecto: "De entrada, cuando estaban 0-0, le anuló un gol a Michelini por un off side inexistente señalado por el 2º asistente Mario Korn, quien ayer se retiró. Y a los 30, no le mostró la segunda amarilla -y consecuente roja- a Carreño por fingir una infracción idéntica a la hecha seis minutos antes, simulación que sí había castigado con amonestación. Es imposible saber qué hubiera ocurrido si San Lorenzo arrancaba ganando 1-0, o si quedaba con un hombre más con una hora de juego para remontar el 0-1 cuando Carreño no fue expulsado. Lo que sí es real es que son dos situaciones que tal vez podrían haber modificado el desarrollo". ¿Tal vez, Clarín?
Cabe destacar que Michelini estaba, no uno, sino dos metros habilitado. Y que Korn celebró, consumado el atraco, su despedida sacándose fotos con un banderín de Boca y con los jugadores de tan desagradable club. Pablo Zabaleta opinó lo siguiente: "Siempre nos pasa lo mismo con Boca: jugamos contra once y también contra algo más. El árbitro nos dice que anuló el gol de Michelini por posición adelantada. Y el línea dice que cobró falta. No sé si el resultado hubiese variado. Pero lo único que quiero es que se terminen estas manitos". Lamentablemente, las manos negras no se terminarían. Lo peor estaba por venir.
Esta historia sigue en la oscura noche del 29 de septiembre de 2004. En Salta, en plena copa Sudamericana, San Lorenzo y Boca definían una llave de cuartos de final con el arbitraje de Claudio Martín. En la ida, el Ciclón se había impuesto por la mínima diferencia. Y la revancha había arrancado de manera inmejorable: 1-0 arriba (con un cabezazo de patita´ Pereyra). Pero lo que siguió fue, francamente, una vergüenza. En la semana previa, Michelini había activado la señal de alarma. "Nosotros sabemos que va a ser un partido diferente al que jugamos hace poco en la Bombonera. Pero no queremos volver a encontrarnos con sorpresas", aseguró el capitán, recordando su gol anulado. De poco sirvió la apertura de paraguas. En el reducto salteño, insólitamente volverían a invalidarle un tanto legítimo que hubiera significado, ni más ni menos, estar 2-1 arriba en el marcador antes de la exagerada expulsión a Jonathan Santana y, obviamente, del 1-2 que motivó la definición por penales.
De acuerdo con Clarín, "a Abbondanzieri se le escapó la pelota en un centro frontal, Michelini capitalizó el error del arquero y definió. El volante apoyó su mano en el brazo del arquero y Claudio Martín interpretó que lo desestabilizó. No se vio falta en TV y hasta el Pato, sincero, dijo: se me escapa la pelota´". Decretada la eliminación, Michelini volvió a alzar la voz: "En los partidos con Boca, sea quien sea el árbitro, todas las jugadas dudosas son para ellos. Es así y no hay vuelta que darle". Algún dirigente, en tanto, fue un poco más allá y denunció públicamente la existencia de una campaña para favorecer a Boca y a River. Claro que su denuncia mediática nunca dejó de ser simplemente eso (y con escaso rebote, por cierto). Un par de meses después, para que la injusticia fuese aun mayor, los bosteros se consagraron campeones de la Sudamericana.
Hablando de destino fatídico, mencionemos al pasar el 27 de agosto de 2006. Sí, el día del 1-7. ¿Qué puede uno objetar ante un resultado tan abultado, verdad? Un detalle nomás: el primer gol de Palacio (no cualquier gol, el que abrió la goleada a los 22 minutos del primer tiempo) fue posible gracias a un offside fragrante, una posición adelantada de al menos un metro y medio. ¿La terna arbitral? Gabriel Favale, Claudio Rossi y Ricardo Casas.
Parte 2
En este segundo segmento, ente algún otro, presentamos el mayor de los despojos sufrido por San Lorenzo: el Triangular 2008, que contó también con la complicidad de nuestros dirigentes y de nuestros jugadores.
El 2 de noviembre de 2008, tres días después de la muerte del presidente de Boca, Pedro Pompilio (considerado "como un hijo" por Julio Grondona), un San Lorenzo puntero -pero en plena guerra interna por los premios- visitaba la Bombonera. Con la destacada actuación de Sergio Pezzotta -que regaló el tiro libre del que provino el gol de Riquelme, ignoró un claro penal a Barrientos, no expulsó a Viatri tras meter una patada descomunal e informó a Ledesma post partido-, Boca se impuso 1-0 y así nos alcanzó en lo más alto. Semana tras semana se sucedieron llamativos e innumerables "errores" que beneficiaron a los de la Ribera y los mantuvieron en la cima (recordemos, por caso, el gol de Independiente no cobrado -y luego "retocado" tecnológicamente por Fútbol de Primera- y los arbitrajes de Lunati ante Racing y de Collado en Tucumán, entre otros episodios bochornosos).
Y así se llegó al Triangular. Todo esto está fresco, lo sabemos, pero resulta inevitable repasarlo. Gracias a un sorteo que se había prometido televisar -cosa que nunca ocurrió-, San Lorenzo fue obligado a jugar contra Tigre y, acto seguido -ganase, perdiese o empatase-, enfrentar a Boca. Por ende, si el Ciclón triunfaba en sus dos partidos, el tercero (Boca-Tigre) no debía jugarse y el negocio de la TV dejaba de transmitir una final. Un absurdo absoluto. Ni hablar de la desventaja deportiva que implicaba tener menos horas de descanso y ninguna posibilidad de especular con el resultado.
Pero si quedaba alguna esperanza de campeonar, Laverni, en Vélez, y Baldassi, en Racing, se encargaron de sepultarla por completo. El primero, frente a Tigre, dejó de cobrarnos -a falta de uno- ¡tres penales a favor! "Hay que avisarle que esto se define por diferencia de gol", se quejó Russo. El segundo, ante Boca, cuando el cansancio y la irritabilidad estaban en su punto máximo, se empeñó en sancionar cada pelota dividida para nuestros hijos y así terminó de sacarnos del medio. ¿Algo más? Sí, San Lorenzo jugó ambas finales, bien entrado diciembre, bajo el rayo del sol y sin ejercer su legítima condición de local (es decir, en la sede elegida y con una mayor proporción de localidades). El partido definitorio entre Boca y Tigre, por supuesto, se disputó a la noche y sin tantas restricciones en la venta de entradas.
La tarde del 10 de mayo de 2009, con arbitraje de Federico Beligoy (acompañado por Gustavo Esquivel y Horacio Herrero como asistentes), San Lorenzo y Boca empataron 1-1 en el Bidegain. Esta vez el cotejo no tenía una significancia determinante, pero igualmente las ayudas recibidas por nuestros hijos fueron escandalosas. De hecho, el ¿gol? (todavía estamos esperando las repeticiones televisivas o las tomas desde distintos ángulos para determinar si el balón ingresó en su totalidad) de Boca sólo fue divisado por el línea nº 1 (Esquivel), mientras que una alevosa mano de Forlín dentro del área fue soslayada tanto por el árbitro como por el línea 2 (Herrero). Ante la magnitud de la evidencia, el propio Beligoy admitió: "Me lo comí. Fue penal. Un jugador de San Lorenzo saltó y me tapó la visión". Y a nosotros nos tapó el agua. Sí, a vos, a él, a mí. A todo el fútbol argentino hace rato que lo tapó el agua. Y para peor, es un agua turbia, podrida, nauseabunda. Como la del Riachuelo.
Cerremos el listado con los despojos sufridos en la derrota 0-2 del 25 de abril de 2010: dos penales a favor no sancionados por Favale (un agarrón de Medel que la transmisión televisiva nunca repitió y una escandalosa mano del propio chileno -tras un cabezazo de Romeo- que Marcelo Araujo y Julio Ricardo se encargaron de minimizar, pese a que desde el mismísimo banco de suplentes de Boca se la reconocía), un gol anulado a Aureliano Torres por una supuesta salida de la totalidad del balón en el centro previo (¡qué buena vista la del línea!) y un par de agresiones sin pelota (una piña y un sillazo, para ser más específico) del lateral Monzón al pibe Martínez que no fueron sancionadas, por sólo nombrar lo más relevante.
¿Querrá el controvertido Pablo Lunati, juez designado para el próximo sábado, sumarse a esta extensa lista negra?
¿Serán sus colaboradores los protagonistas de un nuevo capítulo de esta triste historia?
¿Seguirán complotando contra la paternidad más larga del fútbol argentino?
¿Tendremos que seguir refritando esta nota con material agregado año tras año?
Demasiadas preguntas sin respuestas, al menos hasta el sábado por la noche. Y aunque desde este lado sólo se exige Justicia (no queremos ninguna ayuda del Poder, estamos orgullosos de vivir sin ellas), sumemos una inquietud más, para que mediten los memoriosos: ¿Es capaz de recordar alguna "equivocación" arbitral en favor de San Lorenzo ante Boca?
Quédese tranquilo si no lo logró, le garantizamos que lo suyo no es amnesia.
¿Fin?